Felipe II tuvo tres hijos que cumplieron un normal ciclo vital: El príncipe Felipe, futuro Felipe III, con la Archiduquesa Ana de Austria su cuarta esposa, y las Infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela con su tercera esposa Isabel de Valois. Tuvo cinco hijos más que murieron muy jóvenes.
La Infanta Isabel Clara Eugenia nació el 12 de Agosto de 1566 en el Palacio del bosque de Valsaín, Segovia. Fue la hija mayor del tercer matrimonio del rey Felipe II con su esposa Isabel de Valois, y también la más querida por el monarca siendo la única a la que le estaba permitido ayudarle en su trabajo, revisando documentos y traduciendo del italiano al castellano documentos para su padre.
Isabel Clara Eugenia con 20 años y con motivo de un largo viaje que realizó junto a su padre Felipe II, que tenia entonces 59 años, llegó a Traiguera el 6 de Enero de 1586 y se hospedó en la casa Thiar Julia junto a su padre y su hermano el príncipe Felipe, que nacio en 1578 y tenia 8 años.
El palacio de Vaisain o casa de bosque. Fue a mediados del siglo XVI cuando Felipe II (1527-1598), aún príncipe, escogió Valsaín para construir un espléndido palacio flamenco, influido por el viaje que había realizado poco antes (1548-1551) por los dominios de su padre, el emperador Carlos, entre los que visitó Génova, el Milanesado, el Tirol, los Países Bajos o Flandes, donde quedó deslumbrado por sus característicos palacios y villas con numerosas torres y cubiertas de pizarra.
Concebido como un lugar de descanso y recreo, en junio de 1552 comenzaron los trabajos en el palacio, concluyéndose diez años después; la Corte ya estaba instalada en Valsaín en septiembre de 1562, convirtiéndose en costumbre el pasar por allí en otoño.
Las obras no conservaron apenas elementos del antiguo edificio medieval. El trazado inicial del núcleo del palacio en torno al patio real fue encargado por Felipe a Luis de Vega, arquitecto que, junto a Covarrubias, había formado el núcleo del taller real del emperador Carlos V, participado en las obras de los Alcázares de Sevilla, Toledo y Madrid, en Aranjuez, en la Casa de Campo de Madrid y en el palacio de El Pardo. Las obras fueron continuadas y dirigidas por su sobrino, Gaspar de Vega, como arquitecto y maestro mayor.
Tanto el diseño como su ejecución se realizaron bajo la supervisión directa de Felipe II, quien se hacía informar detalladamente de la marcha de los trabajos, comentando y corrigiendo las soluciones adoptadas mediante anotaciones de su propia mano en planos y documentos. Gaspar llegó a acompañar al rey en su viaje a Inglaterra en 1554, yendo después con él a Flandes para conocer directamente la arquitectura flamenca que admiraba Felipe, y volviendo a España en 1556.
Una vez construido el edificio, la Corte acostumbró a pasar por allí en otoño desde 1562 . En el verano de 1566, la reina Isabel de Valois dio a luz en palacio a la que sería hija predilecta de Felipe II, Isabel Clara Eugenia. Años más tarde, en 1570, Felipe II celebró en Valsaín los festejos de su boda con Ana de Austria. A partir del año siguiente, las visitas reales comenzaron a ser menos frecuentes, dada la edad del rey y que éste ya utilizaba el Monasterio de El Escorial.
Durante el reinado de Felipe III, quien usaba con cierta frecuencia el palacio, se realizaron las obras de ampliación dirigidas por Juan Gómez, citadas anteriormente. Felipe IV mantuvo el uso del palacio debido a su afición a la caza. En 1682, durante el reinado de su hijo, Carlos II, se produjo un violento incendio que, si bien ocasionó daños de fácil reparación y no excesivo costo (lo urgente era recubrir para proteger los interiores de la lluvia, pues sólo ardieron cubiertas y chapiteles, arruinándose la galería abierta a los jardines), significó el comienzo de su ruina
Posteriormente, el primer Borbón Felipe V, intentaría abordar de nuevo su reconstrucción, pero finalmente optó por un cambio de proyecto para construir el Palacio de La Granja de San Ildefonso, con un estilo diferente al flamenco de los Austrias, arruinándose el complejo del palacio de Valsaín durante tres siglos.
Actualmente el palacio del bosque inicial se encuentra abandonado, en un estado lamentable y sin atisbo de que emerja algún interés en su recuperación.
La hermana de Isabel Clara Eugenia se llamaba Catalina Micaela y tenia 19 años cuando realizó también el gran viaje pero no llego a Traiguera ya que embarco en Barcelona con destino a Piamonte recién casada en Zaragoza con el Duque de Saboya.
Existe un cuadro de 1585 pintado por el pintor Sanchez Coello que está en el Museo del Prado que nos permite apreciar su aspecto que tenia por su edad cuando estuvo en Traiguera..
…En el siglo XVI, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, hijas de Felipe II y de Isabel de Valois, encarnaron la apariencia de los valores morales y estéticos de la monarquía española de acuerdo con la Contrarreforma. El decoro de sus vestidos, la contención de sus modales y sus costumbres religiosas fueron reflejo de un nuevo concepto de feminidad, acorde a la ideología cristiana de la institución que representaban. La mujer ostentaba el papel de madre y esposa y, conforme a los teólogos de la Contrarreforma, debía de ocultar su sexualidad.
La literatura Tridentina y el carácter confesional de la Corte española contribuyeron a que esa influencia fuese notoria, asistiendo a diversos cambios en la apariencia de las infantas.
Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela atemperaron la austeridad que reinaba en la corte española de finales del siglo XVI y subrayaron la importancia de la contención y del decoro a través de su indumentaria mostrándose como princesas cristianas. Ésta que, cubría con totalidad sus cuerpos, disimulaba las formas femeninas y las hacía inaccesibles a través del dominio del espacio, creando una barrera física y simbólica entre las infantas y sus súbditos, de acuerdo a los principios de castidad que el Concilio de Trento pregonó a través de sus sínodos.
En el siglo XVI, la imagen de la Infanta de España fue símbolo de la identidad femenina de su tiempo, modelo de su condición regia y manifestación sensible del espíritu que reinó en la corte de Felipe II….
Estos párrafos está, sacados de un gran articulo sobre la moda durante la epoca de FelipeII que se halla en este link
Las Infantas recibieron una gran formación y dominaban el francés, italiano, portugués y latín, su forma de vestir era la propia de la época de los Austrias con un gran recato por la vigencia de la contarreforma y desaparecieron los grandes escotes y la aparición de la moda en toda Europa de la lechuguilla para el cuello..
La lechuguilla era un cuello de encaje que recibía ese nombre por su forma rizada y su similitud con las hojas de lechuga. Aunque su origen se sitúa en el Sur de América esta moda se introdujo en Europa a través de Flandes y desde allí se extendió a Inglaterra y España.
El término gorguera aparece en los textos del siglo XV y hacía referencia a cualquier complemento femenino que cubriera el escote y/o el cuello.
A mediados del siglo XVI, con la aparición del cuello de lechuguilla , la gorguera formó conjunto con él. A todo este conjunto se le siguió llamando gorguera. Por lo tanto, el vocablo gorguera indica los cuellos de lechuguilla de las mujeres en unión con dicha tela (nunca al de los hombres).
En la primera mitad del siglo XVI los vestidos se escotaron hasta la línea de los hombros por lo que la zona que quedaba descubierta se cubría o bien con la camisa, con el cabezón que bordeaba el cuello de la camisa o con la gorguera. Estas gorgueras no eran, en general, transparentes como años anteriores y se podían adornar con pedrería, bordados o con un aro metálico fino (a esta parte se le llamó gorguerín o gorjal). A mediados de este mismo siglo casi todas las gorgueras cubrían el cuello y llevan los rebordes superiores rizados o plegados (es decir, con el complemento que daría lugar al cuello de lechuguilla).
Los indígenas lo utilizaban con un sentido práctico, proteger sus vestidos del aceite de sus cabellos, mientras que en Europa era un elemento decorativo y un signo de categoría y distinción social. El encaje, el material utilizado para su confección, era un tejido muy costoso que requería un gran poder adquisitivo, especialmente, cuándo estos cuellos comenzaron a adquirir un gran tamaño gracias a la utilización del almidón y a una estructura metálica llamada rebato.
Hacia los años treinta, cuando comenzó a observarse por primera vez este tipo de cuello en la indumentaria masculina, la lechuguilla era una pequeña banda de encaje colocado por encima de la camisa..De igual modo apareció en el vestido femenino en los años cuarenta pero, conforme fue avanzando la centuria, adquirió proporciones desmesuradas y otorgó una gran rigidez a aquellos que la vestían dando esa conocida fama a los españoles de arrogantes.
Lo cierto es que su tamaño, la riqueza del material y su blancura lo convirtieron en un símbolo de hidalguía y por ello fue una moda que arraigó notablemente en el traje cortesano español hasta que, en 1623, la Junta de Reformación de modas y costumbres prohibió su uso.
Las infantas lo muestran en todos sus retratos y en ellos se puede apreciar su evolución. En el retrato que Alonso Sánchez Coello realiza por primera vez a Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela se observa como la lechuguilla está aún por desarrollar mientras que en retratos posteriores como se aprecia su total evolución..
Primogénita de Felipe II, Isabel Clara Eugenia vivió gran parte de su vida al lado de su padre, de quien fue, sin duda, su hija predilecta. Mujer culta e inteligente, fue la fiel mano derecha del monarca hasta que su destino la llevó a Flandes, donde intentaría restablecer una difícil paz de la mano de su esposo el Archiduque Alberto.
Su triple nombre fue puesto en honor a su madre, Isabel de Valois, a Santa Clara, por haber nacido el mismo día que la fundadora de las clarisas, y a San Eugenio, conocido por su ayuda en los alumbramientos.
Con tan sólo dos años, Isabel Clara Eugenia perdía a su madre en un mortal alumbramiento. Un año antes, Isabel de Valois había dado otra hija a su esposo Felipe, Catalina Micaela. Las dos niñas se harían inseparables. Aquel fatídico año de 1568 se llevó también al problemático y enfermizo heredero, Don Carlos.
ISABEL DE VALOIS
Una francesa será la tercera esposa del monarca. Su nombre es Isabel de Valois y el matrimonio es nuevamente fruto de la razón de Estado, consiguiéndose la concordia entre los reinos de España y Francia tras la firma de la paz de Cateau-Cambresis (3 de abril de 1559) por lo que la joven reina recibiría el nombre popular de Isabel de la Paz. Isabel había nacido en Fontainebleau el 3 de abril de 1546; era la hija menor del rey Enrique II de Francia y Catalina de Medicis.
La joven princesa había estado prometida al primogénito de Felipe, el príncipe don Carlos, pero este proyecto de matrimonio nunca se llevó a cabo ya que cambió de esposo. Los desposorios se celebraron por poderes el 22 de junio de 1559 en la catedral de Notre-Dame de París representando al novio don Fernando Álvarez de Toledo, el todopoderoso duque de Alba. En la corte francesa era costumbre encamar rápidamente a los nuevos esposos, pero al faltar Felipe tuvo que ser el duque quien tomara a la novia, simbólicamente por supuesto; así que en presencia de todos los invitados, hizo una reverencia y tomó simbólica posesión del real tálamo colocando sobre él una pierna y un brazo para luego retirarse.
Felipe II encomendó la educación de las niñas a su hermana Juana. Desde el primer momento fue acogida con cariño por sus sobrinas a las que dio una educación espiritual acorde con las ideas contrarreformistas de la época.
El Rey Felipe II volvio a casarse con Ana de Austria, hija de su propia hermana, la Emperatriz María. pero pronto murió despues de dar cinco descendientes que cuatro murieron. El Rey se refugió mucho en sus hijas y cuando la Infanta Catalina de casó, el viejo rey, resignado a su condición de viudo, aceptó la situación y empezó a trabajar en los asuntos de Estado junto con su hija Isabel Clara Eugenia. Era común ver a Isabel en los consejos o discutiendo con su padre sobre cuestiones políticas. Asumió, de hecho, el papel de primera señora del reino.
Felipe II luchó por los derechos de La Infanta para ser Reina de Francia: .El 2 de agosto de 1589 falleció asesinado el rey Enrique III de Francia. Entonces Felipe II realizó toda una serie de gestiones políticas, reclamando la corona de Francia para su hija Isabel Clara Eugenia. Los derechos de Isabel Clara Eugenia al trono de Francia, reclamado también por el hugonote Enrique IV, provenían de ser nieta por parte de madre de Enrique II de Francia y sobrina de Enrique III de Francia, hermano de Isabel de Valois y que no tenía descendientes directos.
Sin embargo, Francia estaba regida por la Ley Sálica, e Isabel de Valois había renunciado a sus derechos al trono con motivo de su matrimonio con Felipe II. Las gestiones de Felipe II provocaron el efecto contrario: unir a los católicos y hugonotes franceses en contra de un soberano extranjero, facilitando la ascensión al trono de Enrique IV y el fin de las Guerras de religión de Francia.
Pero viendo cercana su muerte, el rey Felipe empezó a buscar un marido para su más querida hija. Pocos meses antes de morir, cerraba el compromiso matrimonial de Isabel Clara Eugenia con su propio primo, el Archiduque Alberto. Felipe no pudo ver a su hija casada. Tras una larga agonía, el segundo Austria español moría el 13 de septiembre de 1598.
En 1598 Felipe II otorgó como dote a Isabel Clara Eugenia los Países Bajos españoles y el ducado de Borgoña en su próximo matrimonio con su primo hermano el archiduque Alberto de Austria, nieto de Carlos I de España,6 quedando ambos como soberanos de dichos territorios. Felipe II trató así de resolver el problema generado por la insurrección de los Países Bajos, que dio lugar a la Guerra de los Ochenta Años, mediante el establecimiento de una rama autóctona de los Habsburgo.
La rebelión en los Países Bajos había estallado el mismo año del nacimiento de Isabel Clara Eugenia. Tras duros enfrentamientos y años de lucha, en 1576 se firmaba la pacificación de Gante que desembocaría en la división del territorio tres años después. El sur católico y más o menos fiel al imperio español, creaba la Unión de Arrás. El norte calvinista constituía la Unión de Utrecht.
Resignado a perder el norte, Felipe creía que el gobierno de su hija y el Archiduque Alberto, aseguraría su dominio bajo una aparente concesión de autonomía.
Isabel y su primo trabajaron durante años para restablecer la paz, mientras esperaban la llegada de un ansiado heredero que afianzara su situación política. El 1631, el Archiduque Alberto dejaba sola a su prima, sin descendencia, en la difícil tarea de gobernar un territorio inestable.
En 1621 falleció Alberto de Austria y, al no haber hijos sobrevivientes del matrimonio, los Países Bajos volvieron a la corona española, Isabel Clara Eugenia mantuvo el cargo de gobernadora y residió allí durante el resto de su vida, alternando éxitos, como el de la toma de Breda en 1625, con fracasos y reveses, como la pérdida de Bolduque en 1629 y Mastrique en 1632.
Felipe IV de España, sobrino de Isabel Clara Eugenia, la apoyó en la gobernación de los Países Bajos hasta que ella falleció en 1633.
Rubens e Isabel Clara Eugenia..
En 1598 ingresó como maestro en el gremio de pintores de Amberes donde estableció su taller y vivió casi toda su vida, excepto los ocho años que pasó en Italia adonde llegó con 23 años, para visitar sus ciudades y estudiar el arte de la Antigüedad y del Renacimiento, conocimientos que luego reflejaría en sus cuadros.
A su vuelta a Amberes en 1609 comenzó a trabajar como pintor de la corte de los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia en Bruselas, príncipes soberanos de los Países Bajos meridionales, título que Isabel había heredado de su padre Felipe II.
Su relación con Isabel Clara Eugenia fué muy intensa el la aconsejó en lo artístico y en lo político, y ella le apoyó siempre en su carrera.
En 1621 Isabel tras enviudar ingresó en la orden tercera de San Francisco. Pidió al nuevo rey, su sobrino Felipe IV, volver a Madrid y retirarse en el monasterio que había fundado su tía Juana, el Monasterio de las Descalzas Reales. Pero el rey no aceptó, deseaba que ella continuara en Flandes. Entonces se estrechó su relación con Rubens, que como decíamos se convirtió en su consejero, y en pintor de su Corte.
En aquel momento el pintor de los archiduques era Jan Brueghel el Viejo. Juntos, ambos artistas, que parece fueron también amigos, realizaron algunas obras maestras, como los inigualables cinco cuadros dedicados a los sentidos, hoy en el Museo del Prado. Y el retrato de La infanta Isabel Clara Eugenia. Rubens pintó el retrato y Brueghel el paisaje.
En 1622 Rubens inició otra de las actividades importantes en su vida, la Diplomacia, al servicio de la Monarquía Española. Dos años después, gracias a Isabel, el rey le concedió cartas de nobleza.
Hacia 1625, tenía ya 48 años, recibió el encargo de Isabel Clara Eugenia de diseñar una serie de tapices sobre la exaltación de la Eucaristía, gran dogma del Catolicismo que defendía la Monarquía, para el Monasterio de las Descalzas Reales en Madrid.
El Convento de las Descalzas, en la plaza del mismo nombre, es una de las joyas madrileñas. Fundado en 1557 por Juana de Austria, hija de Carlos I e Isabel de Portugal, en el palacio que habían ocupado sus padres y donde ella misma había nacido. Los tapices encargados a Rubens por la infanta Isabel Clara Eugenia son uno de los grandes tesoros que guarda.
Rubens pasó solo unos meses en Madrid. Llegó en agosto de 1628 en misión diplomática, para informar al rey sobre las negociaciones de un tratado de paz. Instalado en el Real Alcázar conoció a Diego Velázquez entonces pintor de Cámara.
En Velázquez y Rubens. Conversación en El Escorial, el escritor Santiago Miralles recrea, imagina, las conversaciones que pudieron existir entre ambos artistas, basándose en hechos reales y los datos entresacados de una amplia bibliografía. Presenta un Velázquez tranquilo, agudo, conciliador… frente a un Rubens experimentado –era más de veinte años mayor–, orgulloso, seguro de sí mismo… ambos ingeniosos… el libro es una delicia. En una estancia del Monasterio, mientras beben vino, hablan de lo que era el oficio de pintor, lo que debería ser, de sus ambiciones, de sus colegas… Rubens es implacable con los pintores españoles, solo tiene buenas palabras para Velázquez, su acompañante en el Alcázar y en este viaje al Escorial.
Por entonces “Rubens es un hombre alto y elegante de cincuenta años, pelo castaño claro con grandes entradas que disimula peinándose hacia delante. Gasta barba y bigotes, y tiene la tez sonrosada. Expresivo y risueño, viste con suma distinción y riqueza. Habla un castellano muy correcto con ligero acento flamenco y resonancias de italiano”.
Los expertos coinciden en que Rubens ejerció una gran influencia sobre el joven Velázquez y su intervención debió ser decisiva para hacer posible su primer viaje a Italia. La estancia de Pedro Pablo Rubens en la Corte del rey Felipe IV fue muy fructífera y en cualquier caso dejó un buen legado que actualmente en gran parte podemos contemplar en el Museo del Prado.
El encargo de la infanta consistía en la realización de veinte tapices. El trabajo, ejecutado en Bruselas donde se encontraban los mejores talleres, fue largo y costoso; los primeros llegaron a Madrid en 1628 y los últimos en 1633 para ser instalados en la iglesia del convento. Sus dimensiones son grandiosas, tienen cinco metros de alto, algunos son cuadrados, otros casi siete metros de anchura.
En el siglo XVII fue habitual el uso del trampantojo. (de «trampa ante ojo», es una técnica pictórica que intenta engañar la vista jugando con el entorno arquitectónico la perspectiva, el sombreado y otros efectos ópticos y de fingimiento.
Rubens fue quien lo introdujo en los tapices, esta fue la primera vez en que las escenas no estaban rodeadas por cenefas sino por arquitecturas fingidas.
Las escenas en cada tapiz simulan a su vez ser telas colgadas de dichas arquitecturas barrocas.
Con el fin de exaltar el sacramento de la Eucaristía el pintor utilizó los mitos una vez más demostrando su gran cultura y conocimiento de la historia Antigua. Lo barroco y el dramatismo dominan las historias y los personajes.
El proceso fue complejo, de cada obra el artista primero realizó un boceto pequeño y simple. Luego pintó bocetos muy terminados, los llamados modelos, óleos sobre tablas de roble que muestran la escena invertida respecto a la obra final debido a las técnicas obligadas en la producción del tapiz.
Seis de los modelos se encuentran en el Prado desde el siglo XIX. Habían pertenecido a Gaspar de Haro y Guzmán, Marqués del Carpio y de Eliche, y en 1689 pasaron a manos del rey Carlos II. En el siglo XVIII sufrieron añadidos de madera de pino que dañaron las pinturas y desvirtuaron la idea original.
Las imágenes de los modelos fueron trasladadas a los cartones, pintados por los ayudantes de su taller ya en el tamaño definitivo. De los cartones se conservan otros seis, en museos extranjeros. Finalmente, los mejores tejedores de dos talleres de Bruselas realizaron los tapices, en seda y lana. Todos se conservan en el Monasterio de las Descalzas.
Como siempre en Semana Santa, este año varios de ellos han sido colocados en el Claustro de la Iglesia y expuestos al público durante unos días.
Luego habrán vuelto a su ubicación habitual, en el Salón de Tapices, antiguo dormitorio de las monjas, donde se pueden admirar todo el año
Las buenas relaciones de Rubens con Felipe IV continuaron toda su vida, cumpliendo muchos encargos para el rey que se convirtió en el mayor admirador y coleccionista de su obra, gracias a lo cual hoy día disfrutamos en el Museo del Prado de una gran parte.
Se conservan en torno a mil quinientos cuadros suyos. Una producción tan elevada fue posible gracias, en parte, a los miembros de su taller que, al parecer, trabajaban en cadena. Fueron discípulos o ayudantes suyos, entre otros, Jacob Jordaens, Gaspar de Crayer, Theodor van Thulden, Erasmus Quellinus el Joven, Cornelis de Vos y Anton van Dyck, que trabajaron completando varios encargos para la Corte Española en Madrid. Aparte han llegado hasta nuestros días casi nueve mil dibujos de mano suya.
El rey Felipe IV de España, su principal cliente, le encargó decenas de obras para decorar sus palacios madrileños y fue el mayor comprador en la almoneda de los bienes del artista que se realizó tras su fallecimiento.
Pedro Pablo Rubens murió en Amberes el 30 de mayo de 1640 poco antes de cumplir los 63 años. Dejó una preciosa herencia, alrededor de mil quinientos cuadros en el mundo, siendo el Prado el museo que guarda la mayor colección, casi cien pinturas, de las que actualmente en la Colección permanente se exponen alrededor de treinta y cinco.