Ayudábanle sus hijos Joanet y Bernat. La sala tiene de fondo 22,43 metros; de ancha, 11,84, y 15,70 de alta. Tiene los bajos y un piso con una falsa de buena madera. La fachada en su parte inferior tiene dos arcos góticos y dentro y de lado tres arcos de estilo ojival.
El salón principal mide 16,72 por 10,20 metros. Le dan luz dos ventanas de estilo gótico con una columna central de 1,88 metros. La falsa está sostenida por 18 filas y 272 tablones y 3 filas grandes que descansan en dos pilares de piedra picada. La fachada es de piedra labrada, el piso empedrado, y la madera de Benasal.
En este gran salón se celebraban las reuniones del Consejo y las del pueblo para asuntos comunales
Consecuencia de un floreciente y poderoso comercio, comienza en Catí en 1424 la construcción de su magnífica «Lonja», para reuniones de mercaderes y litigantes. Sobre la Lonja se levanto la gran Sala del Consejo.
Se trata del tipo elemental de la casa municipal gótica. Estos primeros ayuntamientos medievales, bajo distintos nombres, abundaron por varios países de Europa. La ordenación del edificio concejil, responde a una estructura mixta, resultado de la combinación de una lonja con una vivienda señorial. En Catí, dadas las características del mismo, podríamos decir que se trata del modelo paradigmático de «Lonja-Casa de la Vila» en el Maestrazgo-Ports de Morella durante los siglos XV-XVI, teniendo en cuenta que es el mejor conservado y el menos alterado, con entramado de piso y alfarje de la sala originales, con restos aún de su deteriorada policromía.
Maestro de obras
Desde la Edad Media, lo que en latín se denominaba magister latomus, magister caementariorum, magister operis, magister perrerius o magister lapidum («maestro albañil», «maestro de los constructores», «maestro de obras» o «maestro de las piedras»); en francés maître d’œuvre («maestro de obras, maestro constructor, maestro de obras de la catedral o maestro de obras de las murallas»), era tanto el autor de un proyecto arquitectónico como quien ejercía la dirección de la construcción.
El maestro de obra de la época era a la vez albañil, cantero, escultor, diseñador y calculista; formándose en todas estas habilidades en las obras de las catedrales. Son muy significativos del amplio rango de intereses de este tipo de profesionales (además de apuntes de las catedrales que visitó, incluyó estudios técnicos de albañilería, carpintería y mecánica).
En la ciudad medieval europea las construcciones solían carecer de proyectos previos, y surgían de un congenio de artes escultóricas, arquitectónicas y constructivas de un modo «manual». Generalmente las obras no intervenían más de tres o cuatro personas, a excepción de las cuadrillas de artesanos especializados (canteros, carpinteros, etc.); y la extensión de las mismas se producía de forma espontánea, impulsada más por un sentido práctico que por un sentido arquitectural o artístico. A partir de la baja edad media fue cada vez más frecuente la planificación consciente de los edificios y la profesionalización cada vez mayor de los oficios de la construcción, regulados por gremios.
El reconocimiento social de los maestros de obras fue incrementándose, llegándose incluso a concederse excepcionalmente algún título de «doctor en cantería» (de forma equivalente a los títulos universitarios). Se les concedía firmar sus obras y enterrarse en ellas, representándolos en efigie (para distinguirles de los artesanos, no sólo se representaban con los instrumentos propios de su oficio -regla, escuadra, compás o maqueta-, sino con sombrero y jubón).
link: El enigmático mundo de los constructores medievales
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