Peñíscola y el Mariscal Suchet.

 

Mariscal Suchet y Peñíscola. La Guerra de la Independencia Española.

Luis Gabriel Suchet (Lyon, 2 de marzo de 1770Marsella, 3 de enero de 1826) fue un militar y político francés, mariscal del Primer imperio, duque de la Albufera y Par de Francia

En abril de 1809, fue nombrado general en jefe del ejército de Aragón y fue el que ordeno el sitio, bombardeo y destrucción de las defensas, castillo y murallas de Oropesa y Peñíscola.

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Cuadro de Vicente López del Museo de bellas artes Pio V de Valencia. Este cuadro se adquirió hace poco tiempo por patrimonio nacional y se deposito en el museo de Valencia. Es una prueba de otro retrato de cuerpo entero que se encuentra en Francia.

 

imagesLa relación entre Vicente López y el mariscal Suchet se estableció al poco tiempo de la entrada del general en Valencia, durante la Guerra de la Independencia . Su nombramiento de Académico de honor de la Academia de Bellas Artes de San Carlos, el 14 de enero de 1812, le permitió entrar en contacto con Vicente López, Director de pintura de la Academia, y propició que el pintor más influyente de la ciudad retratase al mariscal y su familia en varias ocasiones.

Guerra de la Independencia.

La guerra de la independencia fue un conflicto bélico desarrollado entre 1808 y 1814 que enfrentó a las potencias aliadas de España, Reino Unido y Portugal contra Francia, cuya pretensión era la de instalar en el trono español al hermano de Napoleón, José Bonaparte, tras las abdicaciones de Bayona.

La Guerra de la Independencia, se solapa y confunde con lo que la historiografía anglosajona llama Peninsular War (‘Guerra Peninsular’), iniciada en 1807 al declararle Francia y España la guerra a Portugal, tradicional aliado del Reino Unido.

También tuvo un importante componente de guerra civil a nivel nacional entre afrancesados y patriotas.

Los hechos mas importantes del nacimiento de la guerra fueron:  la alianza con Napoleón impulsada por Godoy, con el gran fracaso hispano-francés en la batalla de Trafalgar (1805) y con las extrañas consecuencias del tratado de Fontainebleau de 1807

En 1806, tras fracasar su intento de invasión de Gran Bretaña, con la «gran armee» denominación que Napoleón usó de la gran tropa  que junto en Boulogne-sur-Mer con el fin de invadir Inglaterra, objetivo que no pudo cumplirse al perder el apoyo de la flota hispano-francesa, derrotada en Trafalgar (1805), y hacerse imposible trasladar semejante cantidad de hombres y equipos hasta las Islas Británicas. En lugar de esto, hubo de dirigir este ejército hacia el Rin para contener los planes austriacos y rusos de invadir Francia,

En lugar de ello y para derrotar a Inglaterra, Napoleón decreta el Bloqueo Continental, que prohibía el comercio de productos británicos en el continente europeo. 

Portugal, tradicional aliada de Inglaterra, se niega a acatarlo y Napoleón decide su invasión. Para ello necesita transportar allí sus tropas terrestres.. El 27 de octubre de 1807, Manuel Godoy, valido de Carlos IV, representado por su plenipotenciario, el Consejero de Estado y Guerra Eugenio Izquierdo, firma con Gérard Duroc, representante de Napoleón, el Tratado de Fontainebleau, en el que se estipula la invasión militar conjunta franco-española de Portugal, para lo que se permite el paso de tropas francesas por territorio español.

Conforme al tratado, una vez invadido Portugal, éste sería dividido en tres zonas.

El norte (Oporto y Entre-Minho-e-Douro) sería entregado, con el nombre de Reino de Lusitania Septentrional, al antiguo rey de Etruria, Carlos Luis de Parma (Luis II de Etruria), sobrino de Fernando VII, en compensación por sus territorios italianos entregados a Napoleón.

La zona centro (Beiras, Trás-os-Montes y Estremadura portuguesa) se reservaría para un posible cambio por Gibraltar y la isla de Trinidad, en manos de Gran Bretaña.

La zona sur (Alentejo y Algarve) pasaría a Manuel Godoy y su familia como Principado de los Algarves. En cuanto a las colonias, su división entre Francia y España se dejaba para un acuerdo posterior.

La masiva entrada de tropas francesas imperiales que teóricamente sólo deberían ir de paso hacia Portugal, culminaron en el motín de Aranjuez y el levantamiento del 2 de mayo de 1808 que inició la Guerra de Independencia Española (denominada coloquialmente la francesada).

Bajo el mando del general Junot, las tropas francesas entraron en España el 18 de octubre de 1807, cruzando su territorio a toda marcha en invierno, y llegaron a la frontera con Portugal el 20 de noviembre.

Sin embargo, los planes de Napoléon iban más allá, y sus tropas fueron tomando posiciones en importantes ciudades y plazas fuertes con objeto de derrocar a los Borbones y suplantarla por su propia dinastía, convencido de contar con el apoyo popular.

El resentimiento de la población por las exigencias de manutención y los desmanes de las tropas extranjeras, que dio lugar a numerosos incidentes y episodios de violencia, junto con la fuerte inestabilidad política surgida por la querella entre Carlos IV y su hijo y heredero Fernando VII, orquestada por los franceses, que se inició con el Proceso de El Escorial y culminó con el Motín de Aranjuez y el ascenso al poder de Fernando VII, precipitó los acontecimientos que desembocaron en los primeros levantamientos en el norte de España y el Dos de Mayo en la capital del Reino.

La difusión de las noticias de la brutal represión, inmortalizada en las obras de Francisco de Goya, y de las abdicaciones de Bayona del 5 y 9 de mayo, que extendieron por la geografía española el llamamiento, iniciado en Móstoles, a enfrentarse con las tropas imperiales, decidieron la guerra por la vía de la presión popular a pesar de la actitud contraria de la Junta de Gobierno designada por Fernando VII.

La guerra se desarrolló en varias fases en las que ambos bandos tomaron sucesivamente la iniciativa, y se destacó por el surgimiento del fenómeno guerrillero que, junto con los ejércitos regulares aliados dirigidos por el duque de Wellington, provocaron el desgaste progresivo de las fuerzas bonapartistas.

La población civil, que padeció los efectos de una guerra total, en la que tanto franceses como los aliados se cebaron con la población y objetivos civiles, saqueando y pillando a gran escala y devastando, por ejemplo, la industria española, considerada una amenaza para sus respectivos intereses.

Los primeros éxitos de las fuerzas españolas en la primavera y el verano de 1808, con la batalla del Bruch, la resistencia de Zaragoza y Valencia y, en particular, la sonada victoria de Bailén, provocaron la evacuación de Portugal y retirada francesa al norte del Ebro, seguida en el otoño de 1808 por la entrada de la Grande Armée, encabezada por el propio Napoleón, que culminó el máximo despliegue francés hasta mediados de 1812.

La retirada de efectivos con destino a la campaña de Rusia fue aprovechada por los aliados para retomar la iniciativa a partir de su victoria en los Arapiles (22 de julio de 1812) y, contrarrestando la ofensiva francesa, avanzar a lo largo de 1813 hasta los Pirineos, derrotando a los franceses en las batallas de Vitoria (21 de junio) y San Marcial (31 de agosto).

El Tratado de Valençay de 11 de diciembre de 1813 restauró a Fernando VII y dejaba a España libre de la presencia extranjera, pero no evitó la invasión del territorio francés, siendo la batalla de Toulouse (10 de abril de 1814) el último enfrentamiento de la guerra.

Refiriéndose a la guerra, Napoleón, en su exilio, declaró:

Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses… esta maldita guerra me ha perdido.

En este final de la guerra solo se mantuvo con todo su poder militar las tropas que dirigía el Mariscal Suchet entre Valencia y Cataluña.

Sitio de Peñíscola.

Plan de Peñiscola,1812

Cartas que el general Suchet elaboró para la estrategia de asedio de la plaza de de Peñiscola

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Carta de Suchet para el asedio de Oropesa.

12 de Enero de 1812 Suchet decidió apoderarse de Peñiscola.

Dueño de Valencia el mariscal Suchet,  destacó á Cataluña la division de Musnier, necesaria allí por lo que ocurría, y destinó al general Severoli con los italianos á formalizar el sitio de Peñíscola.

Se eleva esta, población sobre una empinada roca, mar adentro, a 120 toesas ( una toesa son 1.949 m.) de la orilla, con la cual no comunica sino por medio de una lengua de tierra bastante angosta. Escarpadas y buenas obras rodean la plaza por todas partes; domina interiormente un castillo, y se asemeja, por su natural fortaleza, a Gibraltar.

Fué largo tiempo mansión de aquel papa Luna, de condición tan obstinada, cuyo nombre lleva todavía una torre en donde parece moraba.

Cubren al istmo en los temporales las oleadas, y estaba ahora reforzado el frente con baterías de varios pisos. Mas allá, y paralelo a unas montañas vecinas, se extiende un marjal perenne, cuya inundación se había aumentado artificialmente, a interrumpido con cortaduras la calzada que le atraviesa y conduce á la citada lengua de tierra, único punto accesible para los franceses, no señores de la mar. Tenía la plaza 1.000 hombres de guarnición y estaba abundantemente provista. Cruzaban por aquellas aguas barcos cañoneros y buques de guerra nuestros y aliados. Era gobernador D. Pedro García Navarro.

Acercóse el general Severoli el 20 de Enero á Peñíscola, y envió un parlamentario con proposiciones que fueron desechadas. De resultas, empezaron los enemigos á preparar el sitio, y se colocaron en las colinas y playas inmediatas.

El asedio y bombardeo de la ciudad empezó en el 29 Enero de 1812 arrojaron bombas desde una batería de morteros, distante 600 toesas.

En la noche del 31 al 1.º de Febrero formaron la línea paralela de faginas y gaviones, que se prolongaba por detrás de la inundación, y torcíaa su extremo meridional, para continuar lo largo de la costa. En el opuesto, construyeron baterías en las alturas.

En ese momento aconteció que viniese á parar á manos de los franceses un pliego que el gobernador García Navarro escribía al general español de Alicante; quejándose en su contenido del porte de los ingleses, y hablaba como si intentasen éstos apoderarse de Peñíscola; añadiendo que preferiría en tal caso someterse a los enemigos.

Conocedor Suchet de la propensión de ánimo del García Navarro, se apresuró á establecer con él negociacion directa, para lo cual despachó al oficial de estado mayor Mr. Prunel.

García Navarro inmediatamente se rindió bajo la sola condición de que se permitiera á los suyos retirarse libremente adonde quisiesen.

En consecuencia, se posesionaron los franceses de Peñíscola el 4 de Febrero de 1812.

Escandalosa entrega; pero áun más escandalosos y sin ejemplo los términos siguientes con que se encabezó la capitulación :

«El Gobernador y la Junta militar….. convencidos de que los verdaderos españoles son los que unidos al rey don José Napoleon, procuran hacer menos desgraciada su patria.».

Entró después a servir al intruso, y recibió en premio honores y condecoraciones, escribiendo antes al mariscal Suchet, entre otras cosas: «V. E. debe estar bien seguro de mí; la entrega de una plaza fuerte, que tiene víveres y todo lo necesario para una larga defensa….. es un garante de mis promesas…..»

El castillo de Peñíscola contaba con 1.000 soldados y 66 piezas de artillería, que no pudieron o no quisieron contener a los más de 30.000 hombres del ataque, en el que participaron batallones polacos, italianos y, por supuesto, franceses que Napoleón hizo avanzar hacia Valencia.

Cuando la ciudad capituló el 20 de febrero de 1812, permanecería en poder francés por más de dos años, hasta mayo de 1814.

Meses antes, en diciembre de 1812, el ejercito español, con el general Elío al frente, trató de recuperar el Castillo guarecido por los franceses. La batalla fue durísimo y como resultado, la práctica totalidad de la ciudad resultó arrasada.

El conflicto fue tremendamente violento y todavía hoy se pueden ver sus consecuencias en las murallas de la ciudad, que por fortuna están siendo rehabilitadas desde hace unos años, gracias a la implicación de varias administraciones para conservarlas lo mejor posible.

Severoli disponía de dos batallones de su división, ; los suministros necesarios para estas tropas fueron exigidos a las poblaciones de Vinaroz, Cálig, Cervera, Traiguera, La Jana, Chert, Rosell, Canet, Tírig y Albocácer, por el Comisario de Guerra de Benicarló, Favini.

Esta victoria de Suchet, que ni él mismo esperaba obtener con tanta facilidad, quedó reflejada en la medalla conmemorativa acuñada tras su fallecimiento en 1826, en detrimento de otras acciones en que intervino, mucho más elaboradas.

El 7 de febrero escribió al Príncipe de Neufschatel informándole:

“El Fuerte de Peñíscola, que durante los sitios de Sagunto y Valencia, me obligó a enviar un destacamento a retaguardia para cubrir la comunicación del exército, fue objeto de mi primera atención, concluido que huve dichos sitios. Ya había observado que por su posición natural, no podía ser bloqueado. (…) y lo rodea una población como de 2.000 habitantes, que se halla fortificada con baterías.

Esta plaza estaba defendida por una guarnición de 1.000 hombres, a las órdenes del Brigadier García Navarro, persona de consideración, que había sido hecho prisionero el año pasado en Falcet, y se había fugado.

Cinco buques ingleses cruzaban sobre la costa, y comunicaban con la plaza, administrándole continuos socorros.

El día 20 de Enero, el General de División, Severoli, con cinco batallones, empezó, por orden mía, lasoperaciones de sitio. Se empezó el bombardeo el día 28, y continuó por ocho días. Las trincheras
se abrieron la noche del 31. El enemigo mantuvo un vivo fuego. El 2 de Febrero, el teniente Prunel,
oficial de mi Estado Mayor, a quien yo había enviado con instrucciones, fue admitido en la plaza; y
volvió con respuesta, y proposiciones que al momento me comunicó. El preámbulo era notable y tal
que podía inferirse de él que la plaza se entregaría.

El Gobernador manifestaba en un discurso animado, su modo de sentir, y su aborrecimiento de los Ingleses, quienes le quería obligar con amenazas a que les entregase el castillo. En este caso no dudó en dar la preferencia a los Franceses, y reconocer al actual Gobierno, como el único que puede poner término a la agonía de esta nación. Mandé inmediatamente la capitulación con mis respuestas al margen y una carta al Gobernador.

Continuaban entretanto los trabajos del sitio; pero el Gobernador puso término a las
hostilidades admitiendo la capitulación. El día 4 al medio día se entregó Peñíscola a las armas del
Emperador, con provisiones para dos meses, y una cantidad considerable de municiones. Las
circunstancias de la entrega de Peñíscola, y la sumisión del Gobernador García Navarro, son un triunfo de Opinión de que espero los mejores efectos”

 

Memorias del Mariscal Suchet, Duque de la Albufera, sobre sus campañas en España, desde el año 1808 hasta el de 1814, escritas por él mismo. 

 

Hablase destacado contra Peñíscola a la división Musnier; pero como los acontecimientos no tardaron en llamarla y hacerla marchar algo más lejos, se la reemplazó con una división italiana.

El general Severoli se estableció en vista de la plaza, el 20 de enero, con dos batallones de su división, dos del 114 y uno del Vístula. Nuestras tropas se ocuparon al momento en las disposiciones preparatorias del sitio; pero la empresa no dejaba de ofrecer grandísimas dificultades: por la vista solo del local podría venirse en conocimiento de ellas.

La plaza de Peñíscola está situada sobre un peñasco que se eleva en el mar como a unas ciento veinte toesas, y con la cual comunica solo por una lengua de tierra de unas treinta de ancho. La ciudad que cubre casi toda la superficie del peñasco, se ve cerrada por todos lados con buenas obras de defensa, y dominada por un castillo que perteneció en otro tiempo a los Templarios, y cuyo terraplén se levanta veinte y cinco toesas sobre el nivel del mar: en el centro de dicha roca se ve brotar naturalmente una fuente de agua viva y potable. Las olas cubren dicho istmo cuando el mar se embravece; y en todos tiempos, un pantano intransitable, que partiendo desde el pie de la montaña se extiende paralelo a la costa, hace en extremo difíciles los establecimientos de un sitio, de manera que este pequeño Gibraltar, como los soldados le llamaban, podía en cierto modo mirarse como inatacable, según el sistema ordinario de trabajos. Y en efecto, además de la inundación, que los españoles habían aumentado artificialmente, habían cortado también el arrecife que atraviesa en parte el gran saladar o marjal, y que conduce a la lengua estrecha de tierra de que ya hemos hablado, y que precede el solo frente de la plaza que sea accesible por tierra. Dicho frente había sido reforzado aun con obras y baterías, situadas a diferentes alturas; el resto de la circunferencia de la plaza era con respecto a nosotros y a nuestra situación absolutamente inabordable.

Algunas barcas cañoneras protegían aun la defensa, y los ingleses, después que nosotros hubimos de llegar al reino de Valencia, no habían cesado de mantenerse a la vista de Peñíscola y en relación continua con su guarnición, que se componía de mil hombres, al mando del general García Navarro. Este era el mismo que fue hecho prisionero en el combate de Falset, en 1810, y que se había evadido de Francia para venir a tomar las armas contra nosotros.

Resolvimos, pues, a comenzar los trabajos de sitio después de un atento y detenido examen, habiendo precedido a aquellos una intimidación a la plaza y un bombardeo. El general Severoli envió un parlamentario, cuyas proposiciones no fueron admitidas. Estableciose, pues, una primera batería de morteros de 12 pulgadas detrás de una alturilla redondeada y aislada, a cerca de seis cientas toesas del fuerte, y algo más arriba del camino de Benicarló que va costeando por el pie de las sierras. Las tropas estaban distribuidas sobre las alturas y playa vecinas, los italianos a la derecha, el batallón del Vístula en el centro, cerca del tren de sitio, y el jefe de batallón Ronfort, con el 114, a la izquierda, entre el marjal y el borde del mar. En este punto se construyeron algunos atrincheramientos, los cuales, con ciertos puestos y guardias avanzadas además, se creyeron bastarían para contener en sus murallas a la guarnición. El 28 de enero los morteros arrojaron algunas bombas a la plaza.

En la noche del 31 de enero al 1º de febrero, el jefe de batallón Plagniol,  seguido de mil trabajadores, abrió una paralela que consistía casi únicamente en faginas y en gaviones, sobre una línea de doscientas y cincuenta toesas de largo, y que prolongándose a espaldas del marjal, rodeaba después el extremo sud de este, e iba a apoyarse, por la playa, a la orilla misma del agua. El coronel de artillería Raffron se ocupó al momento en construir las baterías de la derecha de la paralela, hacia las alturas cuyo pie baña en esta parte el agua estancada del lodazal.

Del 2 al 3 de febrero, y mientras que el bombardeo continuaba con vigor, se adelantaron algunos ramales desde la derecha de la paralela hacia el fuerte, y se procuró ceñir más y más el istmo y el frente de ataque. Se concluyeron y se artillaron las baterías con piezas de grueso calibre, y se pusieron en estado de contrabatir la plaza.

Mientras se realizaban y activaban dichos trabajos, un buque que nosotros habíamos armado en el puerto de Denia, había apresado en el mar una barca que el gobernador de Peñíscola despachaba a Alicante con pliegos para el general comandante español. Y gracias a la presencia de espíritu de un volteador que montaba nuestro buque, se retiraron del agua y se salvaron los pliegos en el momento en que acababan de arrojarse al mar.

 Enviaronse estos al momento a Valencia, al mariscal Suchet, quien hubo de cercionarse con este motivo de la ninguna armonía que existía entre la guarnición y los ingleses: el genral español García Navarro se expresaba con la más alta indignación contra dichos aliados, que habían exigido de él que les entregase la plaza, y en consecuencia añadía, que preferiría por su parte el someterse a los franceses y a la suerte misma que ya corría el reino de Valencia y casi toda España.

En vista de estas disposiciones, el general en jefe ordenó al general Severoli que propusiese de nuevo y que ofreciese la capitulación, y al efecto se envió a Peñíscola al oficial de estado mayor Prunel, con las correspondientes instrucciones. Trató este con el gobernador, y trajo al campo un proyecto en virtud del cual debía de entregarse la plaza al ejército francés, si se acordaba a la guarnición la facultad de irse a donde conviniese, al abandonar aquélla.

Acordose y aceptose dicha condición, y el 4 de febrero tomamos posesión de Peñíscola, en donde encontramos sesenta y cuatro piezas de artillería. Esta tan útil conquista nos hubo de costar sesenta hombres, entre muertos y heridos, con motivo del fuego que el fuerte nos hizo durante los trabajos del sitio, completó la sumisión de todo el reino de Valencia, exceptuando solo Alicante, y dejó enteramente el camino de Tortosa que era nuestra comunicación principal con la Cataluña y el Aragón

 

Biografia del general Suchet.

Suchet fue un general francés que se distinguió en numerosos frentes durante las guerras napoleónicos, participando, entre otras, en las batallas de Austerlitz (1805) y Jena (1806). Fue enviado a España en 1808, primero a las órdenes del mariscal Mortier y después del mariscal Lannes, tomando parte en el segundo sitio de Zaragoza (1808-1809).

En 1809 fue nombrado comandante en jefe del III Cuerpo de Ejército, que desde 1811 recibió el nombre de Ejército de Aragón, siendo ascendido a mariscal ese mismo año. Consolidó el dominio francés en Aragón, derrotando al general Joaquín Blake en las batallas de María y Belchite (junio de 1809). En el mes de marzo de 1810 realizó una primera expedición contra Valencia, sin suficiente artillería porque esperaba que la ciudad se entregara,pero se retiró cinco días después.

Este mismo año comenzó la conquista de la Cataluña no ocupada, apoderándose de Lérida, Mequinenza y Morella (mayo-junio de 1810),Tortosa (enero de 1811) y finalmente Tarragona (junio de 1811). El 25 de agosto de 1811 recibió la orden de Napoleón de iniciar la conquista de Valencia, que obedeció pese a no considerarse todavía preparado. El 15 de septiembre de 1811 se puso en marcha el Ejército Imperial de Aragón, que avanzó sin dificultad hasta el castillo de Sagunto, dejando a sus espaldas el de Peñíscola en manos españolas.

La toma del castillo de Sagunto, defendido por el brigadier Luis Mª Andriani, resultó muy difícil y el mariscal napoleónico la abandonó para enfrentarse en campo abierto al ejército del general Blake entre Sagunto y Massamagrell. El 24 de octubre tuvo lugar la batalla, en la que el ejército francés fue vencedor,a pesar de que el dispositivo de Blake fue correcto e inteligente, como reconoció el propio Suchet.

Dos días después capituló el castillo de Sagunto y el 4 de febrero de 1812 cayó el de Peñíscola. El 3 de noviembre comenzó el asedio de Valencia, pero el ataque a la ciudad no se realizó con suficiente intensidad hasta el 25 de diciembre, cuando llegaron los refuerzos que el mariscal napoleónico había solicitado. A comienzos de enero de 1812 la situación interna en Valencia era muy tensa, ya que escaseaban los víveres.

El 6 de enero Suchet remitió una primera intimación a la rendición, que fue rechazada, comenzando ese mismo día el bombardeo de artillería, que se intensificó los días 7 y 8. Fueron dañados muchos edificios, como la vieja casa de la ciudad, el palacio arzobispal y la Universidad, donde ardió la biblioteca. Finalmente el 9 de enero de 1812 Valencia capituló. El resto del antiguo reino, excepto Alicante, fue conquistado fácilmente durante los meses de enero y febrero de 1812.

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