A menos de 10 km. de la casa Thiar Julia se encuentran cuatro interesantes yacimientos arqueológicos de la cultura ibérica.
El Puig de la Nau de Benicarló, el Puig de la Misericordia, el Perengil en Vinaroz y la moleta del Remei en Alcanar.
Los Iberos.
El ibero es un pueblo que conocemos además de por los restos arqueológicos, por lo que de él escribieron autores como Tito Livio, Polibio, Estrabon, Plinio, Frontino, Rufo Festo Avieno, etc., siendo la primera vez que se tienen datos escritos sobre pobladores de la península Ibérica.
La Cultura Ibérica tiene sus inicios en la primera mitad del siglo VI a.C., motivada por un desarrollo de los pueblos de la Edad del Bronce y del Hierro antiguo, así como por las aportaciones técnicas y culturales que recibieron de otros pueblos mediterráneos como es el caso de los fenicios, quienes desde el sur peninsular en donde se establecieron de forma permanente, y también desde la isla de Ibiza, crearon una red comercial con los iberos, a través de la cual no solo se intercambiaron ánforas con vino, aceite o salazones, u otros productos como las telas, sino que el contacto comercial fue un puente de intercambio de ideas sociales, económicas, técnicas y religiosas, que en cierta medida configuraron algunos aspectos de la Cultura Ibérica a lo largo de sus seis siglos de existencia.
Los iberos ocuparon toda la segunda mitad del primer milenio antes de Cristo, pues en el siglo I a. C., y después de más de cien años de haber sido incorporados a la República Romana como provincia de la Hispania Citerior, esta cultura se romaniza completamente, incorporándose su economía, sus costumbres y forma de vida, al mundo romano. Tan solo, la presencia de algunas vasijas de estilo ibérico, así como algunos epígrafes, señalan la perduración en el siglo I d. C. de algunas costumbres y tradiciones provenientes de la Cultura Ibérica.
En la comarca del Baix Maestrat, yacimientos como el propio Puig de la Nau, Polpis de Santa Magdalena, els Castellets de la Jana, el Puig de la Misericordia de Vinaròs, se ocupan en el siglo VII a. C., tal y como indican las vasijas indígenas hechas a mano, e importaciones fenicias, principalmente ánforas. Se trata de asentamientos de escasa extensión situados en lugares estratégicos o junto a zonas de extracción de mineral de hierro. En algunas ocasiones se encuentran protegidos por una muralla realizada con piedra en seco.
La Cultura Ibérica se constata desde un primer momento, en pleno siglo VI a.C., en yacimientos como el Puig de la Nau, el Puig de la Misericordia de Vinaròs, els Barrancs de Peñiscola, o en las necrópolis de la Solivella en Alcalá de Chivert. En todos ellos se puede comprobar la influencia fenicia que recibieron a través del comercio.
Del Ibérico pleno son ejemplos el Puig de la Nau, el Poaigs de Peñiscola, la Moleta del Remei en Alcanar, localizándose especialmente en el siglo V a.C., ya que durante los siglos IV y III a.C., hay muy pocas evidencias de la ocupación ibérica en la zona, tan solo se puede señalar la Moleta del Remei de Alcanar. En todos ellos a parte de los característicos materiales ibéricos se encuentran las cerámicas púnicas y griegas.
Hasta que la zona no entra a formar parte de la República Romana, después de la II Guerra Púnica, no vuelve a revitalizarse la población, asentamientos como el Puig de la Misericordia de Vinaròs, el Poaig de Peñiscola o la Tossa Alta de Benicarló-Cálig vuelven a ocuparse, y aparecen de nuevos como el Pouneriol de Cervera o la Curolla de Chert. Estos asentamientos tienen muy poca duración a lo largo del siglo II a.C., y algunos como la Curolla de Chert se adentra en el siglo I a.C. Más allá del primer cuarto de este primer siglo no existen ocupaciones ibéricas, por lo que debemos suponer que se ha cambiado el patrón de asentamiento y que la gente habita en las villae de tipo romano, o ha emigrado a grandes poblaciones, como sería el caso de Dertosa, Tarraco o Saguntum. La zona ya ha adoptado los hábitos romanos, ya sea obligada por el poder de Roma o por el propio desarrollo histórico que pasa entre otras cosas, por querer emular las costumbres y la forma de vida de las clases sociales altas romanas.
Durante estos quinientos años de existencia, la Cultura Ibérica no es una sociedad uniforme ni en el espacio ni en el tiempo. El desarrollo lógico de cualquier cultura marca una serie de etapas que los arqueólogos han denominado Ibérico antiguo, pleno y tardío, estando estos periodos en cierta medida condicionados por el entorno cultural del Mediterráneo, ya que los iberos forman parte del mosaico de pueblos que habitaron junto a este mar y encontraron en él la principal vía de contacto. Así, los iberos no se pueden separar de los fenicios ya mencionados, de los etruscos, griegos, púnicos e indudablemente de los romanos que fueron los únicos que llegaron con ánimo de conquista, y los incorporaron a lo que será el gran imperio de la Antigüedad, creado como no podía ser de otra manera, al entorno del mar Mediterráneo.
La Cultura Ibérica se desarrolla por toda la zona oriental de la península Ibérica, el valle del Guadalquivir y el sur de Francia. Este espacio geográfico los autores de la Antigüedad Clásica lo denominan Iberia, de allí el nombre de Iberos, y también el nombre de la península. Toda esta amplia zona geográfica presentará durante el desarrollo de la Cultura Ibérica una cierta unidad cultural señalada tanto por los materiales, como por la estructura social y económica. Indudablemente cada parte de esta región ibérica presentará unas características que les serán propias, por lo que el panorama formará un conglomerado, que aunque uniforme, se manifiesta a la vez muy variado.
Los autores clásicos nos dicen que los iberos se dividen en diversos pueblos o tribus, como los indecetes, los edetanos, los cesetanos, los contestanos, etc., formando grupos sociales políticamente independientes. La zona en la que se encuentra el Puig de la Nau pertenece a los Ilercavones, quienes parece que tenían su centro principal en el valle inferior del río Ebro, y que al menos durante el Ibérico tardío fue la ciudad de Hibera, que se situaba en la actual Tortosa, la Dertosa romana. El Puig de la Nau sería una población de segundo orden dentro de la estructura territorial de los ilercavones, de él dependería un territorio que se extendería por el llano litoral y en el que se encontraría un poblamiento disperso en el campo, e incluso pequeñas aldeas.
Entre el material que conforma el amplio y variado ajuar ibérico, el elemento principal que identifica más a la Cultura Ibérica es la cerámica. Los iberos son los primeros indígenas que por influencia fenicia usan el torno de alfarero, cuecen las vasijas en hornos cerrados y la decoran con pintura, normalmente de color rojo. Las formas de las vasijas durante el Ibérico antiguo son por una parte una perduración de las formas indígenas del Hierro antiguo, y por otra hay formas que se copian del repertorio fenicio. La decoración de esta primera etapa tiene una temática de carácter geométrico, realizada con la combinación de bandas, filetes y motivos circulares. Durante el Ibérico pleno al elenco de formas cerámicas se añaden algunas procedentes de la alfarería griega. Ya en los últimos dos siglos, la cerámica ibérica presenta una evolución que se ve sobre todo en la decoración, pues junto a la temática geométrica se suman formas vegetales que ofrecen un mayor ritmo a la decoración. En zonas como en las actuales provincias de Alicante, Valencia y en la comarca del Bajo Aragón se dan decoraciones antropomorfas y zoomorfas, una temática que en otras zonas ibéricas son esporádicas. Los alfareros ibéricos copian algunas formas de las vasijas de barniz negro de Italia, y destaca una vasija peculiar y típica de la Cultura Ibérica, el conocido cálatos, también denominado “sombrero de copa” por su semejanza formal. La cerámica se usó no solo para hacer vasijas tanto de almacenaje, transporte, mesa, preparación de alimentos, etc., si no incluso en otra amplia gama de sectores, como es el caso de la producción o el religioso, así hay toberas, soportes, embudos, fusayolas, pesas de telar, exvotos, etc., un amplio abanico de formas que son de gran ayuda para conocer el desarrollo de la iberización.
En los yacimientos ibéricos del Maestrat se puede ver en las primeras etapas ibéricas unas características de la cerámica que siguen la pauta general de la alfarería ibérica, pero en cambio no se encuentran durante el Ibérico tardío las decoraciones antropomorfas o zoomorfas, tan solo algún contado fragmento en el Puig de la Misericordia.
Otras de las características de la Cultura Ibérica, y un avance técnico más, es la metalurgia del hierro. Los iberos son los primeros, que también por influencia fenicia, utilizan utensilios y herramientas de hierro, lo cual permite alcanzar nuevos logros tanto en las producciones artesanales, como en las agrícolas al tener herramientas más perfeccionadas y de mayor resistencia que las de bronce, que en esta época queda tan solo para la elaboración de elementos diversos de indumentaria personal: hebillas, botones, collares, pulseras…, así como algún que otro objeto concreto de uso doméstico o ritual: vasijas, cazos, “asadores”, etc. Los elementos de bronce de la indumentaria es la única muestra de la vestimenta de los iberos que se conoce, aunque debido a las representaciones de personajes en las vasijas, así como a través de la escultura, hay datos de gran interés para conocer el tipo de indumentaria que usaban tanto la mujer como el hombre ibérico. También las fuentes escritas romanas ofrecen algunas descripciones de los vestidos y los peinados iberos. La túnica era la principal prenda de vestir, con pequeño faldellín para los hombres, y hasta los pies para las mujeres, siempre cogido por un cinturón con hebilla de bronce o damasquinada en plata. Para los momentos de más frío el manto cubría todo el cuerpo, incluso podía tener capucha. Tanto los mantos como las túnicas se recogían a la altura del hombro o se cerraban en el escote, con una aguja que se denomina fibula.
En la zona ilercavona existen elementos de la indumentaria y adornos personales muy peculiares, todos ellos realizados con bronce. Es el caso de las hebillas de cinturón que pueden tener entre uno y cuatro ganchos para sujetarse, los colgantes con figuras de paloma, jabalí o carnero, los cuales iban sujetos con cadenas de eslabones redondos de bronce y otros tipos de colgante de bronce, los brazaletes abiertos, así como botones de este mismo metal.
Un elemento de gran riqueza dentro de la Cultura Ibérica es la escultura, que se localiza en el sur y el sudeste, estando prácticamente ausente en la región valenciana, catalana y francesa. En el Maestrat las representaciones de bulto redondo se circunscriben a algunos hallazgos sueltos localizados en la Curolla, el Puig de la Misericordia y el Puig de la Nau, hechos con arcilla. También es prácticamente inexistente en la zona del Puig de la Nau, otro elemento que indica el alto nivel alcanzado por la Cultura Ibérica, la escritura. Hay una muestra sobre cerámica en el Puig de la Misericordia y otra en el Pouneriol. En Canet se localizaron tres lápidas funerarias realizadas en piedra. Las epigrafía funeraria sobre piedra es un elemento tardío dentro de la Cultura Ibérica, y siendo una influencia romana. La escritura en cambio ya aparece a finales del siglo V a. C., habiendo muestras sobre cerámica y láminas de plomo, siendo un semisilabario que toma los grafismos del alfabeto fenicio. Parece ser que la lengua con la que se escribe es un estándar, que tiene un fin primordialmente comercial, aunque también hay escritura de carácter religioso. Seguramente la lengua ibérica la podríamos dividir en variantes diferentes, pues no parece que hubiese una para todos los iberos. Desgraciadamente el no poder traducir los escritos, aunque si transcribirlos, ya que tan solo conocemos los valores fonéticos de los grafismo, resulta difícil estudiar y valorar adecuadamente la escritura y la lengua de los iberos.
Todos estos materiales mencionados se encuentran en yacimientos arqueológicos de diferente tipo. Así, existen asentamientos de gran extensión, las grandes ciudades ibéricas, que se localizan sobre todo en el sur, u que pueden alcanzar hasta cuarenta hectáreas. Estas grandes poblaciones, que serían cabeza de un territorio, como las de menor rango jerárquico, se encuentran generalmente sobre las cimas de las colinas, y además están defendidas por murallas y torres. El interior se organiza en barrios formados por edificios de diferente funcionalidad. Las construcciones son de planta rectangular y se construyen con mampostería, adobes y barro a modo de tapial. Dentro de los asentamientos ibéricos hay también casas rurales situadas en las colinas o en el llano, así como las torres de vigilancia y defensa del territorio. En el llano se ubican también asentamientos con funcionalidad productiva, es el caso de las metalurgias, y los alfares. Serían pequeños talleres alejados de las poblaciones pero cercanos a las materias primas del producto que elaboraban. Los cementerios son también el otro tipo de yacimiento arqueológico ibérico en llano.
En la zona del Puig de la Nau los yacimientos ibéricos son variados, pues hay poblaciones, torres, necrópolis y áreas de producción. Las poblaciones están protegidas por murallas y se encuentran tanto en la cima de las colinas como en la ladera, y también en el llano, sería el caso de la Picossa de Cálig, el Puig de la Nau de Benicarló y el Poaig de Peñiscola. Se trata de poblaciones que no alcanzan la hectárea de extensión, por lo que seguramente en ellas vivirían tan solo algunos estamentos sociales muy concretos, los más relacionados con la aristocracia que gobernaba el territorio. Se ha excavado también una torre, el Perengil de Vinaròs, situada en la cima de una pequeña colina en el centro del llano litoral. La torre cronológicamente la podemos situar a finales del siglo III a.C., por lo tanto, posiblemente estaría relacionada con las actuaciones de la II Guerra Púnica, no hay que olvidar que por esta zona acampó el ejercito púnico, y en el mar tuvo lugar la famosa batalla de las Bocas del Ebro entre Escipión y Asdrúbal, que permitió el avance romano hacia el sur. También se han localizado los restos de una alfarería en el Mas d’Aragó de Cervera, un centro de producción que tendrá su continuidad en época romana. Dentro de los asentamientos relacionados con la agricultura, se podría mencionar la casa fortificada del Puig de la Misericordia, siglo II a.C., y seguramente habrían casas de campo dispersas por el territorio, aunque debido a que serían construcciones con estructuras arquitectónicas no muy fuertes, y debido a su situación en las zonas agrícolas, fuertemente transformadas, no han llegado hasta nosotros. Tal vez, las abundantes evidencias de pequeños espacios con algunas cerámicas ibéricas en el corredor de Alcalá de Chivert, estén denunciando este tipo de asentamiento.
Por último, quedaría mencionar la existencia de necrópolis, relativamente abundantes en los dos primeros siglos de la Cultura Ibérica, y que desaparecen a partir del siglo IV a.C. Es el caso de la necrópolis de la Solivella de Alcalá de Chivert, así como hallazgos de urnas aisladas en el corredor de esta población. Más al interior está la necrópolis del Mas Nou de Bernabé en Tirig, y el propio cementerio del Puig de la Nau. Dentro de la zona ilercavona y más cercanas al río Ebro, se pueden mencionar las necrópolis de Miames en Santa Bárbara, la Oriola de Amposta y el Mas de Mussols en la Aldea.
Vamos a describir cada uno de los cuatro yacimientos que están cerca de la casa Thiar Julia.
Puig de la Nau. Benicarló.
Al yacimiento se llega por la carretera comarcal CS.V-5802, Vinaròs-Càlig, la cual parte de la carretera nacional N-232, Vinaròs-Vitoria en su punto kilométrico 2’500; en el kilómetro 2 de la mencionada carretera comarcal se encuentra el puente que cruza la autopista AP-7, inmediatamente después de sobrepasarlo se toma el camino de servicio en dirección norte, en el cual se abre la pista de acceso a la cantera en donde se encuentra el yacimiento.
El Poblado Ibérico de Benicarló se puede visitar durante todo el año.
Las visitas deben concertarse previamente al teléfono 964 46 04 48 correo electrónico: correu.mucbe@ajuntamentdebenicarlo.org
Miércoles, viernes y sábados a las 10 h. (Duración aproximada: 2 horas).
Es necesario disponer de vehículo para poder llegar, salida desde el Mucbe (C/ La Paz, 2 – 12580 Benicarló)
La visita tiene un coste en concepto de donativo de 2 eur. por persona (para menores de 10 años la visita es gratuita).
El yacimiento arqueológico del Puig de la Nau fue un poblado que tuvo su origen durante los últimos momentos de la Edad del Bronce, aunque prácticamente todas las estructuras arquitectónicas que se pueden ver en la visita pertenecen a la Cultura Ibérica, una de las que en la Antigüedad se desarrollaron en la ribera del mar Mediterráneo.
El Puig de la Nau se encontraba enclavado prácticamente en la misma orografía actual que vemos en el llano litoral, tan solo destacaríamos cierta variación de la línea de costa en los extremos, junto a la sierra del Montsià y la de Irta, en donde el mar bañaría sus laderas. En cuanto al paisaje, indudablemente, el cambio ha sido muy significativo, pues el poblado ibérico se encontraba rodeado de un campo cultivado con gramíneas sobre todo, es el caso del trigo, la cebada, el mijo, algún árbol frutal que no se puede especificar, y el olivo.
Se ha localizado también una semilla de uva, lo que indica la presencia de la viña, aunque seguramente en poca cantidad. Los podones y la reja de arado encontrados en las excavaciones son las únicas muestras de las herramientas usadas para la agricultura. Menos extensión ocupaban las huertas, que se centrarían junto a los barrancos actuales o alguna fuente actualmente desaparecida.
También en el sudoeste del poblado, cerca de la localidad de Cálig había una zona lagunar. Estos puntos además permitían la existencia de una vegetación hidrófila, así como pequeños bosques de ribera. Más alejado del poblado, especialmente en las sierras que rodean el llano se localizaban los bosques de pinos y encinas en donde se refugiaba el gato montés, el tejón, el lince, la cabra y también en las montañas anidaba el águila. Entre los campos de cultivo mencionados, crecerían pequeños bosques de pinos y encinas en donde habitarían aprovechando la cercanía de los campos, la perdiz, la liebre, la paloma torcaz, la urraca, el mirlo, el zorro así como el ciervo. La caza de algunos de estos animales completaban la dieta alimenticia de los iberos del Puig de la Nau, basada sobre todo en la ingesta de vegetales. En los campos de barbecho y en las zonas de pastos se situarían los rebaños de ovejas y las piaras, base de la economía del poblado juntamente con la agricultura. La situación junto al mar permitía además una explotación de los recursos marinos a través de la pesca, al menos con anzuelo, y tal vez también con red.
La ubicación costera del poblado, su situación junto a caminos que permitían una fácil comunicación tanto norte sur como este oeste, y los excedentes agrícolas y ganaderos, hizo de él un centro de actividad comercial importante, ya que aquí llegaron productos del sur de Francia, como indican las ánforas masaliotas que transportaban el apreciado vino de esa zona.
También llegaron las vasijas de lujo que procedían de los alrededores de Atenas.
De puntos más cercanos venían las salazones y aceites de la actual Andalucía, así como el vino de la isla de Ibiza. Por tanto, en el poblado convergía el mercado púnico y el griego. Para las necesidades más habituales existía el comercio regional, pues los mercaderes mediterráneos tan solo traían productos de lujo. Las vasijas cerámicas podían llegar del vecino alfar del Mas d’Aragó de Cervera, incluso las piedras de granito venían de los alrededores de Tarragona, un trasiego de mercancías que facilitaba la adquisición de elementos para la indumentaria, como es el caso de las piezas de bronce, hebillas de los cinturones, fibulas para sujetar los mantos, anillos, colgantes, collares, e incluso otros elementos de plata y oro como sellos, arracadas, colgantes y brazaletes.
Muchos no saben que aquí en el Museo de Bellas Artes de Castellón tenemos una pieza ática datada entre el 460 y el 450 a.C., perteneciente a un kylix del pintor de Penthesilea. (Video) Las cerámicas de importación recuperadas en el yacimiento arqueológico del Puig de la Nau de Benicarló provienen de los mercados fenicios, púnicos y griegos, ya que por su situación este poblado era un puesto de control del comercio mediterráneo de la Antigüedad.
La pieza analizada, correspondiente a un kylix del tipo B del Ágora de Atenas, esta decorada con la técnica de figuras rojas y fue recuperada de forma muy troceada en la calle B del asentamiento benicarlando.
Fenicios, griegos de diversas procedencias, púnicos, comunidades indígenas de otras áreas peninsulares e itálicos fueron algunos de los pueblos que comerciaron e intercambiaron productos con las gentes ibéricas. Fenicios y griegos traen cerámicas finas a torno, instrumentos elaborados de hierro y bronce, vino, aceite, perfumes, marfiles, etc.; bienes escasos, llamativos, nuevos. Pero con los objetos también llegan nuevas ideas, nuevas técnicas… Muy pronto, por ejemplo, los alfareros ibéricos tomarán las formas de los distintos vasos del ámbito griego, una faceta, entre tantas, de la permeabilidad de las comunidades indígenas.
El kylix formaría parte de la vajilla de lujo importada por los habitantes ibéricos de nuestro territorio en algún momento de las denominadas fases antigua y plena (siglos VI – III a.n.e.). Estas piezas colmarían el deseo de distinción social de las elites íberas, entre las que destacaría la vajilla fina de procedencia ática que, según los estudios realizados, llega de manera escasa durante el siglo V a.n.e. y en mayor número a partir del siglo IV a.n.e.
Támbien esta copa, así adornada, podría ser un regalo individual: el objeto que el comerciante ofrece como presente para introducirse en un nuevo mercado”.
Los hallazgos de vasos cerámicos griegos se extienden tanto a poblados como a necrópolis y algún autor plantea su posible vinculación con relaciones sociales sujetas al regalo y al obsequio. Podrían ser objetos ligados a “dones de hospitalidad, dotes o pagos matrimoniales, o regalos ofrecidos en ocasiones especiales, festividades, conmemoraciones o fiestas” Lo que sí que está claro es que la mayor parte de las importaciones de cerámica de barniz negro es de vajilla de mesa, lo que induce a pensar en ciertas prácticas sociales, como la comensalía y las celebraciones.
En origen, la copa o kylix estaba asociada al banquete o simposio, reunión masculina con la que los griegos celebraban fiestas familiares o ciudadanas, los triunfos de las competiciones de atletas, etc. En este ámbito del banquete, la copa era algo más que un mero recipiente para el consumo del vino. Era común que portaran decoración en el exterior, pero también en el fondo del vaso, que se iba haciendo visible conforme el bebedor apuraba el contenido. En un contexto eminentemente aristocrático, era normal la iconografía en torno al mundo de la guerra y al combate singular, retratando así la excelencia de los aristoi. Abundan, además, las escenas centradas en la exaltación del vino, con abundantes referencias a Dionisos.
La celebración de los banquetes comportaba una vajilla específica para la bebida del vino, al tiempo que se comía, se conversaba o se disfrutaba de los entretenimientos o espectáculos preparados para la ocasión. Toda esta vajilla sería imitada por los alfareros ibéricos.
Mezclar:
Para los griegos beber vino sin mezclar era lo que hacían los centauros, los sátiros, los bárbaros… La forma griega y civilizada de la bebida era su ingesta con moderación, como acto social, en común y mezclada. A este fin sirve la crátera, cuyo nombre deriva de la función “mezclar”.
Servir:
La forma usada es el cántaro, que adopta diversas formas: el olpe tiene una embocadura redonda y ancha, con la máxima curvatura hacia la parte baja del recipiente. Por su parte, el enocoe se caracteriza por una boca modelada con pico vertedor. El más corriente es el de embocadura trilobulada y panza y asa más alta que en el olpe.
Beber:
La copa o kylis es el vaso para beber por excelencia y la forma de cuenco, el pie y las dos asas sus principales características.
El skyphos es una copa profunda, como una taza, con asas cortas. El kantharos, por su parte, es el vaso más frecuentemente representado en las manos de Dionisos, y también en las películas de Hollywood. Se fabricaba preferentemente de metal y hasta el siglo V a.n.e. aparece escasamente en los talleres cerámicos áticos. Es un vaso profundo, de grandes asas y boca que se abre ampliamente.
La pieza seguramente se usó para algún tipo de ceremonia cultural, ya sea de iniciación o de fundación. En estos ritos ibéricos era frecuente la utilización de materiales de importación. Debido a su empleo en esta practica la copa fue troceada y dejada tapada en la calle del poblado, y parte de ella quemada, seguramente en el fuego purificador del rito. Tras exponerla a varios tratamientos de restauración y conservación se ha conseguido mostrar al visitante en una una visión completa y verosímil la estructura, belleza y relevancia de la copa. Textos: (El Puig de la Nau – Benicarló- Visita d’un jaciment. Arturo Oliver Foix.
Moleta del Remei. Alcanar.
Cómo llegar a la Moleta del Remei : Salir de la población de Alcanar en dirección a la vecina Ulldecona.en el Km. 2.
La carretera serpentea y va ascendiendo por las lomas cercanas al pueblo. Pronto vemos el cartel indicativo del poblado a la derecha en la misma dirección que la Ermita del Remei
977 737 639 / 977 732 013 / 620 106 289
Web: www.alcanarturisme.com
Julio, Agosto y Septiembre: Sábado y domingo, de 17.00 a 20.00 h.
Resto del año: Sábado y Domingo, de 11.00 a 14.00 h.
El poblado ibérico de la Moleta del Remei, situado en la vertiente sur de la Sierra del Montsià, es un enclave costero dentro del territorio que los autores clásicos asignaron a la tribu ibérica de los ilercavones, un punto estratégico de intercambio comercial, entre el río Ebro y el Mediterráneo.
Se trata de un centro amurallado del que dependían pequeños asentamientos cercanos. En él viviría la aristocracia de la tribu que controlaba los excedentes de la zona, principalmente cereales, y los intercambiaba por productos de lujo (aceitunas, salazones de pescado, vino, cerámica hecha a torno…) con diferentes pueblos del Mediterráneo.
Esta diferencia de estatus se constata por la construcción de sistemas defensivos monumentales, murallas con torres y bastiones que no tienen fines militares
El Puig de la Misericordia . Vinaroz.
Texto de Arturo Oliver.
Este asentamiento ibérico se encuentra a unos 2 km en línea recta del Puig de la Nau y presenta una clara intervisibilidad entre dicho yacimiento y el del Perengil, el cual se encuentra a 1,50 km a vuelo de pájaro.
Su desarrollo cronocultural está constituido por tres fases distintas de ocupación adscribibles a las etapas del hierro antiguo e ibérica. La extensión máxima del yacimiento no alcanza los 1000 m2, situados en lo alto de una colina que se levanta en el fértil llano de Vinaròs-Benicarló, a escasa distancia de la costa.
La evolución del hábitat se articula de la siguiente manera:
Fase del hierro antiguo, muy destruida, presenta edificaciones de planta rectangular fabricadas de mampostería, con una cronología que abarca la segunda mitad del siglo VII anE. El material cerámico aparecido se compone de vasijas hechas a mano y decoradas con cordones digitados. Junto al material indígena encontramos cerámica de importación fenicia, especialmente ánforas R1, procedentes del sur peninsular. La fase ibérica del yacimiento se inicia en el segundo cuarto del siglo VI anE y se desarrolla durante toda esta centuria, y tal vez durante los primeros años de la siguiente. Es la que se conoce menos, ya que no se ha completado su excavación, pues tan sólo se ha puesto al descubierto la zona de la muralla, cuyos muros superan los 4 m de anchura en algunos puntos, desconociéndose el acceso al interior del recinto, el cual corresponde a un momento del ibérico antiguo, datado por la cerámica griega a partir del 575 anE. No obstante, es la cerámica procedente del comercio fenicio la más abundante, especialmente ánforas R1, orzas y platos trípodes, así como fragmentos de vasijas bícromas. En cuanto a la cerámica indígena, ésta corresponde a las primeras producciones ibéricas a torno, decoradas con bandas y filetes, y vasijas fabricadas a mano para uso culinario y/o de almacenaje.
Posteriormente al abandono del yacimiento a inicios del siglo V anE, nuevamente se ocupa el mismo, construyéndose un nuevo asentamiento, aunque en esta ocasión, el planteamiento urbanístico es distinto, planificándose un pequeño caserío de calle central, fechable a mediados del siglo II anE, dada la presencia de vasijas de barniz negro y ánforas itálicas Dressel 1.
Esta fase corresponde a un pequeño asentamiento de carácter agrícola tal y como señala el material arqueológico, destacando un podón de hierro, así como abundante material de cerámica ibérica, así como escasos fragmentos fabricados a mano.
La cerámica a torno se encuentra decorada con bandas, filetes, figuras circulares, ondas, etc., y unas pocas representaciones pintadas con motivos zoomorfos, concretamente aves y peces. Las formas cerámicas típicas vienen representadas por cálatos, también llamados “sombreros de copa” y vasijas con bordes de “ánade”, abundando especialmente cuencos y platos. El asentamiento fue abandonado a finales del siglo II anE.
Yacimiento de el Perengil. Vinaroz.
El Perengil (Vinaròs, Castelló, España.) es una construcción peculiar en la arquitectura ibérica, un edificio aislado con forma de torre en lo alto de una colina sobre el llano de Vinaròs y que sigue siendo hoy en día un pequeño misterio para la investigación arqueológica en cuanto a cuál fue su funcionalidad.
Actualmente la hipótesis más plausible por su cronología y situación es la de su uso como enclave estratégico en la época de las Segunda Guerra Púnica que enfrentó a cartagineses y romanos
El yacimiento del Perengil esta situado en un area geografica de sumo interés para el conocimiento de la Cultura Ibérica debido a las investigaciones que sobre ella se han realizado, pues se han puesto al
descubierto yacimientos tan emblematicos como el Puig de la Nau de Benicarló, el Puig de la
Misericordia de Vinaròs o la Moleta del Remei de Alcanar, los cuales nos permiten tener un amplio
conocimiento tanto sincrónico como diacrónico de la cultura ibérica de la zona a lo largo de los
cinco siglos en los cuales ésta se desarrolla.
La propia originalidad del edificio que conforma el yacimiento en primer lugar, y el escaso
registro arqueológico conseguido, han resultado ser los exponentes de una serie de interrogantes
mas que de respuestas. Por tanto, y a mí modo de ver la finalización de la excavación del
yacimiento ha sido mas un punto de partida que de llegada, un lugar de reflexión mas que de
solución, pues como hemos podido comprobar las preguntas en algunas ocasiones van mas alia
de los límites topograficos del Perengil para extenderse a la cultura ibérica en general, y sera a
partir de otros yacimientos y otros datos de diferentes zonas de la región ibérica que nos ayudaran
a solucionarlas.
La funcionalidad del edificio del Perengil y su articulación dentro del patrón de ocupación del
territorio de la zona es quiza el caballo de batalla de este yacimiento. Ya hemos indicado nuestras
variadas propuestas, ya que ante la falta de una seguridad no podemos mas que ofrecer una serie
de argumentos que apuntan a un tipo de función u otro. Así, tal y como hemos indicado tenemos
elementos para plantear una solución funcional de caracter cultual, al modo de los santuarios.